Aguas corrosivas o incrustantes. Indice de Langelier
Cuando el agua es el principal elemento de tus instalaciones, conviene que conozcas todo sobre ella. De esta manera, conseguirás optimizar tu trabajo y abaratar costes consiguiendo un mantenimiento más eficiente. A lo largo de este artículo te damos pinceladas de algunas características del agua que conviene que tengas en cuenta.
Estamos acostumbrados a oír que el agua es un líquido incoloro, inodoro e insípido. Sin embargo, el agua, debido a su propiedad de disolvente universal, lleva en su matriz una gran cantidad de componentes. La lista sería extensa pero podemos clasificarlos como gases disueltos (principalmente oxígeno y anhídrido carbónico), minerales disueltos (carbonatos, sulfatos, cloruros, nitratos…), sustancias orgánicas y minerales en suspensión e incluso organismos vivos (bacterias, protozoos, hongos, algas…).
La cantidad y la naturaleza de las sustancias que podemos encontrar disueltas en el agua, hacen variar el comportamiento de la misma. Esto tiene como resultado unas aguas que bien pueden ser corrosivas, es decir, con tendencia a disolver metales o por el contrario podemos disponer de un agua catalogada como incrustante en cuyo caso, el problema residirá en que se formen precipitados insolubles que se adhieran a las paredes internas de la instalación. Esta última supone mayores costes y causa más problemas en el mantenimiento de los equipos de tratamiento de aguas porque afecta los materiales como el carbón activo, resinas, membranas… usadas en el interior de los equipos.
Lo ideal para mantener unas instalaciones de tratamiento de agua en estado óptimo durante el mayor tiempo posible sería contar con un agua equilibrada. Pero las redes o puntos de abastecimiento no siempre se encuentran dentro de los parámetros que podemos indicar como ideales.
Las aguas corrosivas (también denominadas agresivas), ocasionan problemas de diverso calado como rotura de elementos
metálicos de las instalaciones por picaduras, hendiduras o erosión en zonas sensibles, pérdida de efectividad en las juntas, agujeros en filtros de acero…
Estas aguas con elevada concentración de cloruros y sulfatos cuentan con pH de tendencia ácida y la capacidad de corrosión aumenta al aumentar temperatura. Esto quiere decir que en instalaciones de agua caliente sanitaria, la tendencia a la corrosión es mayor que en instalaciones por las que fluya agua fría.
Por el contrario, las aguas incrustantes pueden crear precipitados que se adhieren a las paredes de las tuberías u otros elementos con la consecuencia de que acaben cegando la luz e impidiendo el paso del propio agua. La concentración elevada en sales de Calcio, Magnesio o Selenio y la temperatura a la que se encuentre el agua en la instalación, son cruciales a la hora de elaborar un buen plan de mantenimiento. El pH en estas aguas es básico, está por encima de 7 debido a la alta concentración de las sales antes nombradas.
El Índice de Langelier es uno de los indicadores clave y más sencillos de usar para determinar si un agua es corrosiva o incrustante y en qué grado para poder hacer los tratamientos necesarios. Este índice, que no tiene unidades, se obtiene al combinar varios parámetros físico-químicos del agua.
Podría definirse como la indicación del grado de saturación del carbonato de calcio en el agua, el cual se basa en el pH, la alcalinidad y la dureza de la misma.
El valor del agua equilibrada es 0 y el rango ideal para el índice de Langelier está entre -0.5 y +0.5.
pHs es el valor del pH calculado para el agua saturada de carbonato de calcio. Su valor varía en función de la temperatura, la dureza, la alcalinidad y los sólidos totales disueltos.
Si el índice es positivo y superior a 0.5, se trata de un agua incrustante y el carbonato de calcio podría precipitar y formar placas calcáreas. Si el valor es negativo e inferior a -0.5 debe interpretarse que el agua es corrosiva y podría atacar a los equipos. En ambos casos, se deben tomar medidas para ajustar el pH, la alcalinidad total o la dureza.
El cálculo de este índice resulta útil para conseguir un correcto mantenimiento de las instalaciones. Y aunque el carácter corrosivo o incrustante del agua no sea vinculante para la salud de los consumidores, se deben tener en cuenta los datos obtenidos porque los desperfectos ocasionados por ataques de corrosión o las incrustaciones de sales de calcio pueden dar cobijo a bacterias u otros microorganismos donde aprovechan para multiplicarse y dispersarse por la red causando enfermedades como la legionelosis.
Consúltanos y te daremos un precio muy competitivo para tus necesidades.
Estamos acostumbrados a oír que el agua es un líquido incoloro, inodoro e insípido. Sin embargo, el agua, debido a su propiedad de disolvente universal, lleva en su matriz una gran cantidad de componentes. La lista sería extensa pero podemos clasificarlos como gases disueltos (principalmente oxígeno y anhídrido carbónico), minerales disueltos (carbonatos, sulfatos, cloruros, nitratos…), sustancias orgánicas y minerales en suspensión e incluso organismos vivos (bacterias, protozoos, hongos, algas…).
La cantidad y la naturaleza de las sustancias que podemos encontrar disueltas en el agua, hacen variar el comportamiento de la misma. Esto tiene como resultado unas aguas que bien pueden ser corrosivas, es decir, con tendencia a disolver metales o por el contrario podemos disponer de un agua catalogada como incrustante en cuyo caso, el problema residirá en que se formen precipitados insolubles que se adhieran a las paredes internas de la instalación. Esta última supone mayores costes y causa más problemas en el mantenimiento de los equipos de tratamiento de aguas porque afecta los materiales como el carbón activo, resinas, membranas… usadas en el interior de los equipos.
Lo ideal para mantener unas instalaciones de tratamiento de agua en estado óptimo durante el mayor tiempo posible sería contar con un agua equilibrada. Pero las redes o puntos de abastecimiento no siempre se encuentran dentro de los parámetros que podemos indicar como ideales.
Las aguas corrosivas (también denominadas agresivas), ocasionan problemas de diverso calado como rotura de elementos
metálicos de las instalaciones por picaduras, hendiduras o erosión en zonas sensibles, pérdida de efectividad en las juntas, agujeros en filtros de acero…
Estas aguas con elevada concentración de cloruros y sulfatos cuentan con pH de tendencia ácida y la capacidad de corrosión aumenta al aumentar temperatura. Esto quiere decir que en instalaciones de agua caliente sanitaria, la tendencia a la corrosión es mayor que en instalaciones por las que fluya agua fría.
Por el contrario, las aguas incrustantes pueden crear precipitados que se adhieren a las paredes de las tuberías u otros elementos con la consecuencia de que acaben cegando la luz e impidiendo el paso del propio agua. La concentración elevada en sales de Calcio, Magnesio o Selenio y la temperatura a la que se encuentre el agua en la instalación, son cruciales a la hora de elaborar un buen plan de mantenimiento. El pH en estas aguas es básico, está por encima de 7 debido a la alta concentración de las sales antes nombradas.
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Podría definirse como la indicación del grado de saturación del carbonato de calcio en el agua, el cual se basa en el pH, la alcalinidad y la dureza de la misma.
El valor del agua equilibrada es 0 y el rango ideal para el índice de Langelier está entre -0.5 y +0.5.
pHs es el valor del pH calculado para el agua saturada de carbonato de calcio. Su valor varía en función de la temperatura, la dureza, la alcalinidad y los sólidos totales disueltos.
Si el índice es positivo y superior a 0.5, se trata de un agua incrustante y el carbonato de calcio podría precipitar y formar placas calcáreas. Si el valor es negativo e inferior a -0.5 debe interpretarse que el agua es corrosiva y podría atacar a los equipos. En ambos casos, se deben tomar medidas para ajustar el pH, la alcalinidad total o la dureza.
El cálculo de este índice resulta útil para conseguir un correcto mantenimiento de las instalaciones. Y aunque el carácter corrosivo o incrustante del agua no sea vinculante para la salud de los consumidores, se deben tener en cuenta los datos obtenidos porque los desperfectos ocasionados por ataques de corrosión o las incrustaciones de sales de calcio pueden dar cobijo a bacterias u otros microorganismos donde aprovechan para multiplicarse y dispersarse por la red causando enfermedades como la legionelosis.
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